En un universo paralelo vivo en Nashville y conduzco un truck o una stationwagon con los laterales marrones imitación maderita. Masco tabaco.
Y es que mis dos discos como Mate me llevaron a esa ciudad en 2004 y 2008, concretamente a los estudios Alex the Great, a las órdenes del productor y músico Brad Jones que mezcló tanto Sol de medianoche (Siesta 2005) como Ventajas de ser optimista (Siesta 2009).
El estudio era la fábrica de Willy Wonka pero en versión musical, una casa de campo típica americana llena de guitarras, amplificadores de todo tipo, pump organ, hammond, un Steinway de principios del siglo pasado… Y un dormitorio con una cama antigua y alta que me recordaba a la cama de la casa manchega donde mis hermanas y yo pasábamos la semana santa de pequeños.
Por las noches y en la soledad, el estudio se volvía un lugar mágico. Todo estaba enchufado. Todo se podía tocar. La fábrica de chocolate estaba a tu disposición. Y sin nadie que te regañará o echase! Los umpa lumpas eran los ratoncitos de campo que entraban y salían, que caían en las trampas diseminadas por la casa, pequeñas cajitas que luego se liberaban en el jardín al día siguiente.
Alex the Great, además, tiene un ascensor de cristal que te dispara hacia el cielo musical. Querrías no salir de allí en los días de tu vida pero la realidad de lo cotidiano te atrapa como no puede ser menos y te devuelve a la más o menos cocinada realidad.
Pero sí, os lo aseguro: en un universo paralelo me estoy comiendo una hamburguesa a dos carrillos en el food truck de Mo, por el camino que va del estudio hasta Broadway donde Dylan solía tocar su armónica antes de ser Dylan. Donde Lola Flores es Dolly Parton. Donde compré la guitarra acústica Martin de segunda mano que algunos me habréis visto tocar en Los miércoles no existen, una guitarra que un tal Mike tocaba en la iglesia todos los domingos.
Habrá que volver algún día.
